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15 abr 2025

Una paciente, un diagnóstico inesperado y consejos clave para cuidar tu salud capilar durante la temporada más intensa del año. Porque el bienestar también empieza por tu melena.

 

La semana pasada vino Diana a la consulta, agitada, con ese aire despreocupado que trae el verano. Había vuelto de unas vacaciones soñadas en la costa: playa, sol, chapuzones eternos… y un problema inesperado.

 —Doctora, no sé qué pasó, pero mi pelo está irreconocible. Se me cae más, lo tengo opaco, las puntas abiertas… ¡y eso que me lo cuidé! —me dijo, mientras se tocaba el cabello con frustración.

 La miré, sonreí, y le dije algo que repito mucho en esta época: “Diana, el verano es precioso, pero para tu pelo… es una prueba de resistencia”.

Y es que muchas veces nos enfocamos tanto en proteger la piel que nos olvidamos por completo del cuero cabelludo y del cabello. Y no, no es solo una cuestión estética: la salud capilar también habla de nuestro bienestar general.

Le expliqué a Diana —y te lo cuento a ti también— qué pasa realmente con nuestro cabello en verano. Porque sí, el sol es energía, pero también emite radiación ultravioleta que daña la queratina, esa proteína que mantiene la fibra capilar fuerte y brillante. Y si a eso le sumamos cloro, sal del mar, sudor y el uso de secadores o planchas… el resultado puede ser un pelo débil, reseco y mucho más vulnerable.

 Pero hay buenas noticias: todo esto tiene solución (y mejor aún, se puede prevenir).

 A Diana le recomendé algunos pasos simples pero efectivos:

 Usar protector solar capilar. Sí, igual que en la piel, pero para el pelo. Especialmente si está teñido o si tienes el cuero cabelludo sensible.

 Cubrirse con sombreros o pañuelos. No solo cuidan, también quedan divinos.

Enjuagar con agua dulce después del mar o la piscina. El cloro y la sal, cuanto menos tiempo en contacto con el cabello, mejor.

Hidratación profunda una o dos veces por semana, con productos ricos en ingredientes como arginina, pantenol o aceites naturales.

 Y si puedes, evita las herramientas de calor. Tu pelo ya tiene bastante con el sol del verano.

Claro que, en algunos casos, el daño va más allá de lo estacional. Diana, por ejemplo, además de la exposición al sol, tenía una caída más marcada de lo habitual. Así que investigamos un poco más. Su diagnóstico: efluvio telógeno agravado por un patrón androgénico incipiente. Nada que no tenga solución —le dije—, pero hay que abordarlo con un plan más específico.

 Le hablé de opciones como la dutasterida en mesoterapia, que ayuda a reducir la miniaturización capilar causada por la acción hormonal, sin los efectos sistémicos de su uso oral. También le conté sobre los exosomas, esas pequeñas vesículas que llevan factores de crecimiento directamente al folículo, estimulando la regeneración de una forma más precisa y moderna que muchos tratamientos tradicionales. Y para potenciar aún más los resultados, le propuse un enfoque innovador: sesiones de hipoxia intermitente, una técnica que, al alternar la oxigenación celular, mejora la vascularización del cuero cabelludo y estimula el crecimiento capilar desde dentro.

 Diana se sorprendió. No esperaba que el cuidado capilar pudiera llegar tan lejos en tecnología y personalización. (La hipoxia intermitente es lo que más ojiplática la dejó; “¿hipoxia que oxigena?”).  Le expliqué que, aunque el verano puede detonar ciertos problemas, también es una gran oportunidad para detectarlos a tiempo y tratarlos con enfoques integrales.

Diana volvió a los pocos días, más aliviada y con una bolsita llena de productos nuevos y con cita para su primer tratamiento. Sonrió, me guiñó un ojo y dijo:—¡Ahora sí, doctora! Me cuido, pero con estilo.

 Y me encantó su actitud, porque eso es lo que buscamos: que disfrutes del verano, que vivas al aire libre, que te rías mucho… pero que también mimes a tu cabello. Porque cuidarlo no tiene por qué ser complicado. Solo requiere atención y un poco de amor.

 

Así que ya sabes: este verano, que tu pelo también se vaya de vacaciones… pero bien cuidado.

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